Disfrutando de la tranquilidad. (cerrado)
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Disfrutando de la tranquilidad. (cerrado)
Al salir del hotel empecé a descender calle abajo hacía dónde escuchaba que había más alboroto de lo normal, pensé en darme la vuelta e ir a un lugar más tranquilo, pero todos los bares en los que me disponía a entrar los veía abarrotado, suspiré y me fijé en el mar, con el calor que hacía la verdad esque me extrañaba que la playa no estuviera más llena, solo veía a un grupo de personas a lo lejos, alguna que otra pareja jugando con la pelota y niños correteando por aquí y por allá.
A mi derecha observé un chiringuito que por suerte estaba vacío —justo lo que había estado buscando para tomar algo refrescante y descansar—, me acerqué hasta allí y me senté en uno de los taburetes, rápidamente un chico vino hacía mí con una agradable sonrisa.
—Bienvenido. ¿Qué desea tomar?
Lo miré inexpresivamente mientras me crucé de piernas y apoyé los codos en la barra.
—Sólo una Coca Cola.
El chico me hizo una pequeña reverencia y fue a buscar mi bebida, la abrió delante de mí y me la ofreció junto con un pequeño plato con varios okonomiyakis. Alcé una ceja extrañado y lo miré esperando una explicación.
—Es un pequeño regalo que me ha apetecido hacerle, por favor disfrútelo. —Sonrió dulcemente y se giró algo avergonzado siguiendo con su trabajo.
Yo sonreí divertido por su acción y después de darle un trago a mi bebida comenté con descaro.
—¿Le haces un regalo a todos tus clientes o acaso te intereso de forma especial?
Él chico se paró en seco al escucharme y de lo nervioso que se puso casi tiró un vaso al suelo, cogiéndolo unos centímetros antes de estrellarse; se giró hacia mí y antes de que pudiera contestar, un hombre corpulento apareció a su lado mirándolo con recriminación, le ordenó con malas formas que siguiera con su trabajo y luego se fue de nuevo, dejando al chico más nervioso que antes.
Ésta vez decidí quedarme en silencio y me llevé una de las bolas de pulpo a la boca, estaban realmente buenas, luego cogí con mi otro brazo la bebida y me giré dándole la espalda mientras apoyaba los antebrazos en la barra; en la zona que estaba no había mucha gente así que era bastante tranquilizador, escuchar el sonido de las olas al romperse con la arena y las gaviotas revoloteando de un lado para otro me hizo sentir bien y olvidarme o al menos intentar, de lo que más me molestaba y evitaba pensar en estos últimos meses aunque no con mucho exito. No podía dejar de pensar en el enano caprichoso y eso me estaba volviendo loco.
Una ligera brisa más fría de lo normal me hizo darme cuenta que tenía que haberme quedado sumido en mis pensamientos mucho tiempo, había oscurecido y por increible que pareciera ahora la playa estaba más llena, me di la vuelta encarando de nuevo al chico que tenía delante de mí, le pagué la bebida y al mismo tiempo que me levantaba para irme hacía el hotel; sonreí de medio lado al darme cuenta que él seguía mirándome lascivamente.
A mi derecha observé un chiringuito que por suerte estaba vacío —justo lo que había estado buscando para tomar algo refrescante y descansar—, me acerqué hasta allí y me senté en uno de los taburetes, rápidamente un chico vino hacía mí con una agradable sonrisa.
—Bienvenido. ¿Qué desea tomar?
Lo miré inexpresivamente mientras me crucé de piernas y apoyé los codos en la barra.
—Sólo una Coca Cola.
El chico me hizo una pequeña reverencia y fue a buscar mi bebida, la abrió delante de mí y me la ofreció junto con un pequeño plato con varios okonomiyakis. Alcé una ceja extrañado y lo miré esperando una explicación.
—Es un pequeño regalo que me ha apetecido hacerle, por favor disfrútelo. —Sonrió dulcemente y se giró algo avergonzado siguiendo con su trabajo.
Yo sonreí divertido por su acción y después de darle un trago a mi bebida comenté con descaro.
—¿Le haces un regalo a todos tus clientes o acaso te intereso de forma especial?
Él chico se paró en seco al escucharme y de lo nervioso que se puso casi tiró un vaso al suelo, cogiéndolo unos centímetros antes de estrellarse; se giró hacia mí y antes de que pudiera contestar, un hombre corpulento apareció a su lado mirándolo con recriminación, le ordenó con malas formas que siguiera con su trabajo y luego se fue de nuevo, dejando al chico más nervioso que antes.
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